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EDITORIAL. Otra vez la violencia y el vandalismo

SRI-8

16 de abril. Durante la semana que está a punto de concluir los normalistas oaxaqueños fueron noticia a nivel estatal e incluso nacional, pero no por sus méritos académicos, sino porque nuevamente protagonizaron actos vandálicos y de violencia en la más absoluta impunidad.

Los y las alumnas de las normales de la entidad se convirtieron nuevamente en el dolor de cabeza de las autoridades estatales, del Instituto Estatal de Educación Pública de Oaxaca (IEEPO), pero también de los ciudadanos de la capital del estado, e incluso de los representantes de los medios de comunicación.

Pretextando que las autoridades educativas no han atendido su pliego de demandas, los jóvenes –encapuchados, para no variar- bloquearon la carretera federal 190; secuestraron unidades del transporte público y vehículos de reparto; sustrajeron mobiliario y documentos de las antiguas instalaciones del IEEPO y los quemaron en la vía pública; y por si fuera poco, agredieron a los periodistas que cubrían las protestas, y a algunos les robaron sus equipos de video y teléfonos celulares.

Por si fuera poco, el jueves volvieron a las andadas, pues un grupo de presuntos estudiantes normalistas, armados con palos, piedras, martillos, barretas, bates de beisbol, así como cohetones y bombas molotov, vandalizó el edificio histórico de la Sección 22 de la CNTE en el centro de la Ciudad de Oaxaca, arrancó la puerta principal y le prendió fuego.

Los integrantes de la Coordinadora Estudiantil Normalista del Estado de Oaxaca (CENEO) se oponen a la supuesta pretensión de las autoridades de desaparecer las escuelas normales de la entidad, exigen que los exámenes de admisión se realicen de manera presencial, así como la contratación de todos los egresados, ya que supuestamente hay un rezago desde la generación 2017-2018.

Amparados en la supuesta falta de respuesta a estas demandas pretenden justificar sus acciones violentas, a todas luces injustificables.

Sin embargo, el IEEPO ya los desmintió de manera tajante, pues desde hace un mes publicó en su página web institucional el listado de los mil 329 egresados de las once normales de la entidad en los ciclos escolares 2017-2018 y 2018-2019, y aseguró que está en proceso la contratación de los egresados de la generación 2019-2020.

Por otra parte, al igual que el Gobierno Federal, negó que tenga la intención de desaparecer las escuelas normales, y precisó que los exámenes de admisión serán híbridos, es decir, que podrán sustentarse tanto presencial como virtualmente.

Pero más allá de las respuestas que las autoridades educativas han dado a los manifestantes y de la legitimidad o ilegitimidad de sus demandas, lo que no tiene justificación alguna es que un grupo de futuros maestros tome como rehenes a los ciudadanos de Oaxaca, secuestre vehículos, realice actos vandálicos, destruya inmuebles, agreda a periodistas y les robe su equipo de trabajo.

No es la primera vez que grupos de manifestantes agreden a los representantes de los medios de comunicación, quienes sólo cumplen con su obligación de mantener informados a los ciudadanos sobre los sucesos de interés que se registran en el estado.

La Defensoría de los Derechos Humanos del Pueblo de Oaxaca ya condenó públicamente las agresiones a los comunicadores, al recordar que “el ejercicio periodístico es una labor fundamental para la construcción de las sociedades democráticas”.

Advirtió que estos hechos no sólo dañan a los comunicadores sino a toda la sociedad, y dio a conocer que de 2015 a la fecha se han iniciado en la entidad 273 expedientes relacionados con agresiones a periodistas.

Lo que está fuera de toda duda es que este grupo de jóvenes busca todo menos la mejora de la educación, ni la de ellos ni mucho menos la de la niñez oaxaqueña. Por el contrario, sus actos afectan gravemente la imagen de la noble profesión que es la docencia. Seguramente son muchos los oaxaqueños que se preguntan si estas personas son quienes en un plazo muy corto serán las encargadas de formar a la niñez oaxaqueña.

Desgraciadamente, la triste realidad nos indica que la violencia, la presión y el chantaje han dado excelentes resultados a quienes a través de esta manera de actuar consiguen lo que quieren. En el caso de los normalistas les ha funcionado a la perfección para obtener privilegios como la obtención de plazas para todos, lo que no ocurre con los egresados del resto de las carreras.

Lamentablemente la tolerancia del gobierno y el temor de aplicar la ley han hecho crecer a éste y otros grupos y organizaciones que actúan de la misma manera.

Y mientras las autoridades no asuman su responsabilidad y pongan un alto a estos atropellos, la realidad cotidiana de los ciudadanos oaxaqueños seguirá estando marcada por el chantaje, la violencia, el vandalismo y la impunidad.

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