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EDITORIAL. El jorobado no ve su joroba, sino la ajena

SRI-8

05 de junio. Las manifestaciones realizadas el pasado fin de semana en Veracruz, Puebla, Yucatán, Hidalgo, la Ciudad de México, y otras entidades del país causaron entre algunos ciudadanos, funcionarios públicos e incluso el mismo presidente muestras de la intolerancia y la descalificación hacia quienes, en el ejercicio de un derecho legítimo, expresan su desacuerdo e inconformidad con las acciones del gobierno que encabeza.

En decenas de ciudades (entre 40 y 70, según diversos medios) grupos de ciudadanos se manifestaron contra el gobierno de López Obrador y exigieron su renuncia a través de caravanas de vehículos integradas desde coches hasta bicicletas.

Este tipo de manifestaciones fueron el grito de auxilio de los ciudadanos que cada vez en mayor número desaprueban las políticas del presidente porque consideran que no están dando resultados, sino que al contrario, están sumiendo al país en una crisis cada vez más profunda y en una violencia criminal cada vez más sangrienta.

Para estos cuidadnos ante esta situación pareciera no haber más opción que aguantar de manera estoica o manifestarse de manera pacífica, como ocurrió la semana pasada.

Y es que el de la libre manifestación de las ideas es uno de los derechos consagrado en la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, y que las autoridades de los tres órdenes de gobierno están obligadas a respetar y garantizar.

No es un derecho exclusivo de los más ricos ni de los más pobres; de los seguidores del presidente o de sus detractores; de los "chairos" ni de los "fifís", sino de todos los ciudadanos mexicanos, sin importar su manera de pensar o su condición social o económica, siempre y cuando se ejerza de manera pacífica y sin afectar los derechos de terceros.

La reacción del presidente, de funcionarios de su gobierno, de actores políticos afines a él y las granjas de bots presuntamente a su servicio, fue el linchamiento mediático y la descalificación de los manifestantes, calificándolos de "conservadores" y "fifís" por protestar a bordo de vehículos de motor. Cuando a la fecha no hay ninguna ley o reglamento que prohíba hacerlos en vehículos u obliguen hacerlo caminando.

Parece que muchos han perdido la memoria histórica pues, recordemos que el actual gobierno fue oposición y el ahora presidente encabezo diversos actos de protesta como el bloqueo de pozos petroleros en el estado de Tabasco, en 1996, y en 2006, el bloqueo del Paseo de la Reforma en la Ciudad de México, lo que arrojo daños al patrimonio de Pemex como a comercios y pérdida de empleos en el segundo caso.

Cuando califican de "golpistas" a los manifestantes que le pidieron que el presidente renuncie a su cargo, parecen olvidar que varias organizaciones y asociaciones cada cual en su momento pidieron la renuncia del entonces presidente Peña Nieto.

Ni la pandemia del Coronavirus, ni el desplome de la economía, ni la incesante violencia en la que sigue sumido el país han logrado disipar la polarización que se ha originado al clasificar a los ciudadanos como grupos contrarios llamándolos “chairos”, "neoliberales", "conservadores", "fifís" y "corruptos".

Pero volviendo al tema de las manifestaciones de protesta, el contraste con la marcha del fin de semana pasado se vivió este jueves en Guadalajara, donde un grupo de personas protestó de manera violenta por la muerte de un albañil que murió, presuntamente a manos de policía municipales.

En este caso no ha descalificado la protesta, ni mucho menos se ha condenado los actos violentos de los manifestantes a pesar de que éstos incendiaron patrullas y el Palacio de Gobierno de Jalisco, e incluso prendieron fuego a un policía estatal.

Se debe respetar como lo dice nuestra Constitución siempre la Libertad de expresión y de manifestación y castigar como también lo mencionan las leyes, a quienes aprovechando este tipo de eventos afecten los derechos de terceros, tanto por movilidad, vandalismo e incluso agresiones y hasta asesinatos, pues esto en muchas ocasiones están orquestados por grupos ajenos a los manifestantes con el fin ya sea de denostar el movimiento o en caso de vandalismo aprovecharlo para usos personales.

En estos casos los principales actores que pueden evitar se puedan llegar a estas situaciones son los mismos participantes de las manifestaciones expulsando de la misma a este tipo de elementos. Y dejar cumplir a las autoridades su obligación de hacer cumplir las leyes.

Cuánta razón encierra el refrán que reza: “El jorobado no ve su joroba, sino la ajena”.

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