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EDITORIAL. Quédate en casa… ¿el último jalón?

SRI-8

15 de mayo. La contingencia que vivimos actualmente en México y gran parte del mundo por causa de la pandemia del COVID-19 sigue siendo el principal dolor de cabeza para gobiernos y ciudadanos, porque impacta prácticamente todos los aspectos de la vida económica y social.

Esta etapa de aislamiento social decretada por las autoridades de los tres órdenes de gobierno, por recomendación de las instancias del sector salud, se ha caracterizado por una serie de restricciones y recomendaciones que gran parte de la población medio las acata; por el escepticismo de quienes todavía piensan que la pandemia es un invento del gobierno o de los países poderosos; y -¿por qué no decirlo?- por los mensajes contradictorios que emiten las autoridades.

Estos casi tres meses han resultado caóticos, pues el confinamiento obligado no sólo ha tenido un fuerte impacto en el tema de la salud, sino también en la economía, en la educación y en la manera de relacionarnos con los demás, empezando por los integrantes de las familias.

A pesar de que esta semana el presidente de la República anunció el próximo retorno a lo que llamó “nueva normalidad”, el panorama aún es incierto, pues las predicciones de los expertos sobre las fechas en que el número de contagios empezaría a descender han fallado, en gran parte porque los ciudadanos hemos acatado solo a medias las medidas de prevención.

Por otra parte, el anuncio del retorno a la “nueva normalidad” ha resultado confuso, no sólo por la insuficiente información, sino porque ¡una vez más!, los mensajes de diversos funcionarios han sido contradictorios, lo que ha traído como consecuencia una mayor confusión entre los ciudadanos y autoridades locales.

Incluso, no han faltado las voces de quienes dudan si éste será el momento oportuno para distender las restricciones y el confinamiento social, porque el número de contagios y de muertes no ha disminuido, sino porque consideran que las autoridades no cuentan con la información necesaria para tomar una decisión de este tipo, pues el número de pruebas que se han aplicado en México para detectar los casos de COVID-19 es mínimo en relación con las aplicadas en otros países.

Lo que está fuera de dudas es que esta pandemia dejará a su paso un panorama desolador en muchos aspectos, lo que nos obligará a partir de ese punto para iniciar la obligada reconstrucción, reunir y organizar las piezas del rompecabezas para armar la nueva realidad que habremos de vivir después de esta contingencia. 

El hecho de que las autoridades federales hayan anunciado el próximo retorno a la denominada “nueva normalidad”, e incluso hayan mencionado que ya se ve la luz al final del túnel, bajo ninguna circunstancia debe ser interpretado como el fin de la contingencia o la conjuración del peligro.

En primer lugar, el retorno será gradual, empezando por los municipios donde no se ha registrado ningún contagio, lo que no es el caso de Huajuapan; pero tampoco los que hasta hoy se han mantenido libres del COVID-19 pueden considerarse a salvo, porque el panorama cambia de un día para otro.

El riesgo sigue existiendo, no sólo por la vecindad física con municipios en los que sí se han detectado casos, sino también por las relaciones de trabajo o de comercio con las zonas de riesgo.

En el caso de la Mixteca, no hay que olvidar que los ciudadanos de muchas comunidades de la región acuden a Huajuapan a realizar diversos trámites, a abastecerse de víveres o mercancías, y desde hace varias semanas, a formar largas filas en el exterior de los bancos para cobrar los apoyos gubernamentales en este último caso es donde debe verse congruencia entre las medidas que piden las autoridades los ciudadanos cumplan y lo que ellos organizan o están involucradas, pues en este caso debería establecer con los bancos los procedimientos de entrega de estos recursos pues están propiciando grandes focos de contagio, y en situación de falta de acción de las autoridades, el mismo banco por sentido común debería organizar mejor estas entregas, ya sea por abecedario o cualquier otro método, pues además hay que considerar que gran parte de los beneficiados vienen de fuera de la ciudad de Huajuapan con los consiguientes gastos, y exposición o propagación al virus por su movilidad.

Esto no sólo pone en riesgo a quienes acuden a esta ciudad sino potencialmente también al resto de los habitantes de sus comunidades.  

Hoy no podemos darnos el lujo de pensar que la etapa crítica ha pasado, y que ya podemos bajar la guardia. Sería una grave irresponsabilidad volver a lo de antes, como si la pandemia no hubiese existido.

Tenemos que seguir observando las recomendaciones de las autoridades de salud; tenemos que seguir cuidándonos y cuidando a los nuestros; tenemos que seguir en el aislamiento social, mantenernos en casa, salir solo para lo indispensable y, cuando lo hagamos, observar la sana distancia.

Si no lo hacemos, si leemos de manera equivocada el mensaje de las autoridades, si seguimos tomando las cosas a la ligera, si actuamos de manera irresponsable, tendremos que pagar un costo muy alto, pues la contingencia se prolongará más allá de lo debido, el número de contagios y de muertes seguirá aumentando, y estaremos expuestos a un rebrote de la enfermedad, cuando deberíamos estar saliendo de la crisis.

Si en verdad amamos a los nuestros, si realmente queremos que esta situación termine lo más pronto posible, no hay otro camino que observar las recomendaciones de las autoridades de salud. No hacerlo, nos obligará a tener que empezar otra vez.

El fin de la contingencia no depende sólo de las autoridades; tampoco de los trabajadores de la salud, a quienes mucha gente culpa injustamente, cuando son quienes más riesgos corren en esta situación: la salida de la crisis depende fundamentalmente de nosotros.

En las manos de cada uno de los ciudadanos está la respuesta. Con nuestras actitudes diarias decidiremos sí realmente queremos superar esta crisis y volver a nuestra vida normal, hay cosas tan sencillas como hacer las compras una sola persona por familia o utilizar los ahora más comunes servicios a domicilio y tratar de comprar lo más posible en nuestro barrio o colonia, ayudando a reducir la movilidad en la ciudad.

Cada uno de nosotros podemos ayudar, usted decide si hace un último esfuerzo y en unos días más podremos poco a poco regresar, sino igual, lo más cercano posible a nuestro vivir anterior.

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