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EDITORIAL. Con la Salud no se juega

SRI-8

10 de enero. El presidente de la República, Andrés Manuel López Obrador, sigue anunciando cambios en el gobierno que encabeza. Al iniciar este año 2020 empezó a funcionar –al menos en el papel– el Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi), como órgano descentralizado de la Secretaria de Salud.

La creación de este instituto marcó la muerte del Seguro Popular, que durante sus de 16 años de operación prestó los servicios de salud a más de 51 millones de afiliados de los sectores más vulnerables del país.

A decir del gobierno federal el Insabi brindará servicios de salud gratuita y de calidad a todas las personas que no cuenten con seguridad social, atendiendo a los criterios de universalidad, igualdad e inclusión.

Asimismo, el nuevo instituto prestará un servicio universal que contempla la atención de todos los padecimientos, incluidos los que implican gastos catastróficos, para lo cual fue creado el Fondo de Salud para el Bienestar. Lo más importante, y que durante mucho tiempo fue la principal demanda de los beneficiarios del hoy extinto Seguro Popular, es que los pacientes que atenderá el Insabi recibirán todos los medicamentos de manera gratuita, al igual que la totalidad de los insumos que requiera su tratamiento.

En teoría, el Insabi garantizará el abasto de medicamentos y el equipamiento suficiente para la atención de los beneficiarios en todos los niveles de atención a la salud, además de que rehabilitará y ampliará la infraestructura médica.

Todos estos beneficios son, sin duda el sueño de todos los mexicanos, sobre todo de los habitantes del estado de Oaxaca, donde el tema de la salud está para llorar. Sin embargo, habrá que ver si el naciente instituto de verdad cubrirá todas las necesidades y tendrá la cobertura universal que se ha anunciado, para que todos los mexicanos tengan acceso a todos los servicios de salud, y que estos sean de la calidad que se requiere.

Si esto se convierte en realidad, será uno de los mayores logros del gobierno del presidente López Obrador, porque el de la salud es uno de los temas que más impacta en la sociedad mexicana. Pero a juzgar por lo que ha ocurrido en los primeros días del año, esto se antoja más que difícil.

A una semana de que empezó a funcionar el Insabi, lo que ha ocurrido en diversos puntos del país es que todo parece seguir exactamente igual que con el Seguro Popular. En estos días han llovido las quejas de ciudadanos que han acudido a las instituciones de salud y no han recibido la atención requerida, porque la instrucción presidencial parece no haber bajado al personal operativo.

Otra queja recurrente es que no solo no han desaparecido las cuotas de recuperación en las instituciones de salud, sino que incluso en algunos casos se han disparado de manera desproporcionada.

Un caso muy cercano fue el que se registró este fin de semana en el IMSS de Huajuapan, donde los integrantes de una organización bloquearon el estacionamiento para exigir que se atendiera a dos personas a quienes presuntamente se negaba la atención.

Y es que no basta que el presidente de la República haga un anuncio como el realizado, en el sentido de que a partir de este año los servicios de salud dejarán atrás todos sus vicios y carencias, y pasarán a ser similares a los de países del primer mundo, de la noche a la mañana.

Las grandes transformaciones no se logran por decreto, mucho menos en un tema tan delicado como la salud. No bastan las buenas intenciones del presidente de la República para transformar una realidad de muchas décadas de deficiencias y carencias de todo tipo.

Para que el Insabi pueda pasar de ser una bella promesa a una realidad hace falta mucho más que un decreto o una orden presidencial: se necesitan muchos miles de millones de pesos, muchos miles de médicos y enfermeras más de los que existen actualmente, construir, ampliar y rehabilitar mucha más infraestructura hospitalaria, más y mejor equipamiento, y muchos "etcéteras" más.

La realidad que hoy se vive en los servicios de salud es de sobra conocida: falta de clínicas y hospitales, insuficiencia de médicos y enfermeras, falta de medicamentos y material de curación, y sobre todo una demanda que rebasa con muchos los recursos de las instituciones.

Si actualmente acudir al IMSS o al ISSSTE implica para los derechohabientes un verdadero calvario, horas de espera para ser atendidos, y meses para que se les programe una consulta de especialidad o una cirugía, ¿qué pasará ahora que estas instituciones tengan que atender no solo a sus derechohabientes, sino además a los millones de personas que atendía el Seguro Popular?

Esperamos que el nuevo instituto no quede en un mero anuncio populista para ganar adeptos y votos con miras al proceso electoral del próximo año. Ojalá no nos salga más caro el caldo que las albóndigas.

Por el bien del país y de los 51 millones de mexicanos que no cuentan con servicios de salud, deseamos sinceramente que la decisión de dar muerte al Seguro Popular y sustituirlo por el Insabi haya sido analizada adecuadamente, y que las cuentas hayan sido las correctas. Nada deseamos más que en unos cuantos meses, cualquier mexicano pueda gozar de manera gratuita de servicios de salud similares a los de Canadá o Dinamarca. Lo contrario sería muy lamentable, porque hay que recordar que con la salud no se juega.

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