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EDITORIAL. ¿Justicia fuenteovejunesca o crimen artero?

SRI-8

31 de agosto. Los hechos ocurridos en Acatlán de Osorio, Puebla, donde este miércoles fueron quemados vivos un hombre de 43 años de edad y un joven de apenas 22 años, son sin lugar a dudas resultado del manejo irresponsable de las redes sociales.

La información proporcionada por la presidenta auxiliar de San Vicente Boquerón, indica que el linchamiento de Alberto Flores Morales y su sobrino Ricardo Flores Rodríguez, ambos originarios de Tianguistengo, Acatlán, se debió a que la camioneta en que viajaban le pareció sospechosa a algunos vecinos, por lo que se pidió el apoyo de la Policía Municipal, cuyos elementos trasladaron a ambos a los separos de la cabecera.

En otras circunstancias ambos habrían sido liberados porque no se les encontraron armas de fuego, sólo machetes y un cuchillo, cuya posesión bien podría explicarse por su condición de campesinos. Nadie presentó denuncia, ni se reportó la desaparición de algún infante; ni siquiera que los hoy occisos hayan establecido o intentado establecer contacto con algún niño o niña. Su “pecado” fue detenerse a tomar cerveza en las inmediaciones de una escuela de la localidad.

Alberto y Ricardo tuvieron la desgracia de que desde hace varios meses se haya generado en muchas regiones del país una sicosis derivada de la difusión en redes sociales de noticias e imágenes falsas relativas al supuesto robo de niños. Incluso, en fechas recientes se han publicado fotografías de personas a quienes se acusa lo mismo de ser ladrones de vehículos, que asaltantes, secuestradores o traficantes de órganos.

Las noticias falsas abundan en las redes, principalmente en Facebook, y van desde la supuesta muerte de personalidades del medio artístico, hasta supuestas masacres, pasando por falsas proezas deportivas o académicas. En muchas ocasiones se presentan imágenes o videos de acontecimientos verdaderos, pero que ocurrieron en otras entidades, en otros países, o en otro tiempo; otras, se publican fotografías editadas, y otras más de plano se inventan historias en torno de imágenes bajadas de la red.

La publicación de noticias falsas responde en algunos casos a intereses económicos, pues los creadores de algunos sitios reciben dinero por cada visita, por cada like y por cada vez que se comparten sus publicaciones. En otros casos responde a intereses políticos; y en otros, al afán de dañar la imagen de alguna persona.

Desafortunadamente sobran quienes comparten este tipo de publicaciones sin verificar su autenticidad. Contra lo que pudiera pensarse, quienes caen en las redes de los hacedores de las cada vez más frecuentes fake news no son sólo personas de bajo nivel educativo y cultural, ya que hasta algunos distinguidos personajes de la política han compartido este tipo de noticias falsas.

Baste recordar que a mediados de junio, en la recta final de la campaña electoral, Rocío Nahle, publicó la fotografía de una multitud, atribuyéndola al mitin encabezado por Andrés Manuel López Obrador en Ciudad del Carmen, Campeche; no pasó mucho tiempo para que bajara la imagen y ofreciera una disculpa, al demostrarse que dicha imagen correspondía a un concierto de los Rolling Stones en Copacabana, en el año 2006.

Días antes, Marcelo Ebrard había felicitado a través de su cuenta de tweeter a la “estudiante oaxaqueña Miranda García Hernández”, por haber obtenido el segundo lugar en la competencia de Máquinas de Movimiento Perpetuo, efectuada en Rusia. También en este caso hubo una disculpa, al descubrirse que la supuesta estudiante no existía, y que la imagen difundida correspondía a la actriz porno Mia Khalifa. Marcelo Ebrard será secretario de Relaciones Exteriores, en tanto que Rocío Nahle será la secretaria de Energía en el próximo gobierno federal

Pero si en éstos y otros casos similares la única consecuencia es la burla hacia quienes cayeron en la trampa de los fabricantes de mentiras cibernéticas, en otros casos como el registrado ayer en Acatlán las consecuencias de la publicación y reproducción irresponsable de fake news son verdaderamente trágicas.

El linchamiento de Alberto y Ricardo a manos de una turba embrutecida por las mentiras de la red y por rumores que resultaron falsos, fue un acto de barbarie. Nada justifica asesinar de la peor manera posible a otros seres humanos; nada justifica que una multitud enardecida premie con el aplauso a quienes queman vivas a otras personas.

En la obra Fuenteovejuna del dramaturgo español Lope de Vega, a la pregunta de “¿Quién mató al comendador?” el pueblo responde “Fuenteovejuna, señor”; “¿Y quién es Fuenteovejuna?”, “Todo el pueblo a una”. Sin embargo, el linchamiento de Acatlán no fue un acto de justicia fuenteovejunesca, sino un crimen artero y cobarde; y los responsables no pueden escudarse en el anonimato, como en la mencionada obra de teatro: los responsables tienen nombre, apellido y rostro, y son fácilmente identificables en los videos que se difundieron a diestra y siniestra.

Los responsables no son sólo quienes rompieron la reja de la entrada del CERESO de Acatlán; ni quienes amarraron con una cuerda a los dos detenidos; tampoco son sólo los que los golpearon salvajemente, ni quien los roció con gasolina, ni el que arrojó el cerillo. También son responsables quienes exigían a gritos que los quemaran; quienes ordenaron los anuncios para convocar a los ciudadanos a trasladarse a Acatlán para evitar que fueran liberados; quien organizó la “coperacha” para comprar la gasolina. Son responsables quienes a través de transmisiones en vivo incitaron a los ciudadanos a sumarse a los hechos que culminaron con el linchamiento; lo son quienes aplaudieron a rabiar el asesinato de dos seres humanos; y lo son quienes estuvieron grabando con sus celulares como si se tratara de un espectáculo circense. Lo son, por supuesto, quienes publicaron las noticias falsas que originaron estos hechos; y también quienes las compartieron a la ligera, aunque hayan actuado de buena fe.

Seguramente habrá consecuencias legales. Las autoridades del estado de Puebla están obligadas a investigar a fondo los hechos y a aplicar la ley. Si no lo hicieren así, estarían alentando este tipo de actos de barbarie.

Nadie tiene el derecho de hacer justicia por su propia mano, y menos a partir de versiones falsas y de simples rumores; y mucho menos de la manera bárbara y cobarde en que asesinaron a dos inocentes, uno de ellos un joven estudiante de derecho que vino de vacaciones a su pueblo, y que encontró la muerte “sin deberla ni temerla”.

Seguramente sólo algunos tendrán que responder ante la ley; pero todos tendrán que hacerlo ante su propia conciencia.

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