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EDITORIAL. La esperanza muere al último

SRI-8

23 de marzo. Desde hace varias décadas las vías de comunicación han sido un verdadero problema al que se enfrenta la gran mayoría de regiones del estado de Oaxaca; gobiernos van y gobiernos vienen, y no hay avance en este tema.

Las malas condiciones de las carreteras y caminos no sólo provocan daños a los vehículos; también generan las condiciones propicias para que los delincuentes actúen, asaltando principalmente a los conductores de vehículos que transportan mercancías de todo tipo, y que se ven obligados a circular a bajas velocidades, debido al mal estado de las carreteras, y a la gran cantidad de baches que existen en ellas. A esto hay que sumar que las condiciones inadecuadas en que se encuentran aumenta considerablemente el riesgo de accidentes.

Esta situación no es exclusiva de las carreteras estatales, pues también las de jurisdicción federal, como la 190 (México-Oaxaca), pero principalmente la 125 (Huajuapan-Tehuacán) se encuentran en las mismas condiciones.

¿Y qué decir de las carreteras estatales, como la Huajuapan-Tonalá-Juxtlahuaca y la Huajuapan-Mariscala-Tamazola-Tlapancingo?

Un caso verdaderamente patético es el de la carretera Santiago Huajolotitlán-Santa María El Zapote, donde en el año 2008 una enorme roca se deslizó por causa de las lluvias, cayendo sobre la cinta asfáltica. A casi diez años de distancia, la roca sigue allí, como un monumento a la indiferencia y desatención de Caminos y Aeropistas de Oaxaca (CAO), representando un riesgo para quienes circulan por esa vía y tienen que pasar a un lado de la roca, por un paso que supuestamente era provisional.

El mal estado de las carreteras federales y estatales se ha convertido en una verdadera papa caliente para las dependencias encargadas de su mantenimiento y para los titulares de las mismas, quienes ante los constantes reclamos de la ciudadanía argumentan la falta de recursos económico, e incluso se echan la bolita unos a otros, como en el caso del libramiento de Huajuapan, donde durante muchos años la Secretaría de Comunicaciones y Transportes (SCT), CAO y el ayuntamiento se negaron a reconocer “la paternidad del niño”, negándose a asumir su responsabilidad.

El mal estado de las carreteras afecta el flujo de mercancía y la llegada del turismo a nuestra entidad, por lo que tiene un efecto negativo en la economía estatal.

Contar con buenos caminos sigue siendo una asignatura pendiente de los gobiernos federal y estatal, pues ni CAO, ni la SCT han dado respuesta a las constantes quejas de los ciudadanos y de las autoridades municipales.

En el caso de los legisladores que se han bajado recursos para este rubro se han enfocado a obras superfluas, mal planeadas y de dudosa utilidad práctica, a realizar un simple bacheo o trabajos de reencarpetamiento cuya mala calidad aflora con las primeras lluvias de la temporada, dejando la corrupción que rodean al negociazo en que se ha convertido la gestión de recursos por parte de diputados federales y locales.

Y si eso ocurre con el tema del mantenimiento de las carreteras existentes, que parecen condenadas al abandono por parte de las dependencias federales y estatales, ¡ni esperanzas de que éstas vuelvan la vista a los caminos de terracería que existen en la región y que comunican a muchos pueblos cuyos habitantes parecen haberse resignado a su triste realidad! Aunque viéndolo bien, tal vez son más afortunados que los de otros lugares donde el casi inexistente asfalto ha dejado las carreteras y hasta algunas vialidades urbanas en peores condiciones que una terracería, como ocurre en el Paseo Internacional de Huajuapan, en el tramo que va de la desviación a Acatlima al acceso al Seguro Social.

En el caso de las carreteras federales, la cercanía con el estado de Puebla hace más evidente la negligencia de los responsables de la SCT en nuestra entidad, pues basta cruzar los límites estatales para observar el enorme contraste: de nuestro lado, vías en mal estado, llenas de baches, sin la señalización adecuada; y del lado poblano, carreteras en mucho mejores condiciones, con mejor señalización y con un mantenimiento constante que se refleja hasta en el color del asfalto.

Lo peor del caso es que los gobernadores y funcionarios federales de primer nivel no se dan cuenta de esta realidad, pues generalmente cuando realizan una gira a algún municipio de la región lo hacen en helicóptero, por lo que son ajenos a la verdadera odisea de los conductores de vehículos, quienes tienen que pasar las de Caín para llegar a su destino.

Por el momento los ciudadanos seguirán esperando y viviendo de las buenas intenciones y promesas de los funcionarios quienes una y otra vez aseguran que “ya merito” les llegarán los beneficios tan anhelados; sobre todo cuando estamos a unos días del inicio de las campañas electorales, en las cuales habrá más de un candidato que incluirá el tema del mantenimiento de las carreteras en su catálogo de promesas fáciles, condenadas al incumplimiento.

Pero dicen que la esperanza muere al último, y a eso se aferran los ciudadanos: a la esperanza de un milagro que haga que por fin alguien vuelva la vista a las carreteras de la región, que parecen condenadas a seguir sumidas en el abandono y el olvido.

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