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REPORTAJE. Una historia de música entre cinco copas

banda cinco de copas 1

23 de noviembre. La música produce alegría, tranquilidad, tristeza; evoca recuerdos y personas.

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Para algunas personas, como los integrantes de la banda de música de viento “Cinco de Copas”, de Santa María Camotlán, quienes envueltos en su fe este 22 de noviembre homenajearon con su muy peculiar estilo a la patrona de los músicos, Santa Cecilia, la música conjuga inspiración, gusto y tradición. “Ser músico es un orgullo”, señalan.

En las bandas de música de viento, que se niegan a desaparecer de las comunidades de la Mixteca, se fusionan la tradición, la cultura y el orgullo de cada pueblo. Como sus integrantes bien dicen, sin música no hay fiesta, y una fiesta sin música no es igual.

Entre los pioneros de la banda de música de viento en Camotlán se encuentran Eraclio Abraham y José Apolinar, quienes señalan que la banda de música se integro en 1950 “por necesidad”, pero también para cumplir con el compromiso que como ciudadanos tenían con la comunidad: prestar sus servicios aportando lo que saben hacer.

Recordaron que esa banda se desintegro en 1968 porque varios de sus integrantes emigraron a diferentes entidades del país en busca de un mejor nivel de vida para sus familias; sin embargo ellos continuaron, y en 1970 se integró en una segunda etapa, pero volvió a desaparecer en el año 2000, debido a diversos problemas que se vivieron en la comunidad.

A pesar de estas dos experiencias, el amor por la música impulso a cada uno de los integrantes de la banda a comprar con sus propios esfuerzos los instrumentos musicales, a diferencia de lo que había ocurrido cuando estuvieron sirviendo a la comunidad, ya que entonces los instrumentos eran propiedad del municipio.

“Se nombró como servicio porque no tuvimos ningún salario para estar en la banda; quedó como estudio y después ya fue un estudio completo. Se siente ser músico, es el gusto, y cuando uno está tocando vemos el público y nosotros hacemos cosas buenas que a toda la gente le gusta, agarramos ánimo porque debemos estar acoplados para saber cómo empezamos y cómo acabamos”, comentaron.

Mencionaron que de la primera generación de músicos formaron parte Luis Carrasco, Rogelio Portillo, Álvaro Sosa, Cecilio Martínez, Cecilio Salazar, Gilberto Cruz, Delfino Flores, Onésimo Mendoza y Bulfrano Martínez, entre otros.

En 1970 inició la segunda etapa como le denominan ellos, y se escribió otra historia. Muchos de los integrantes de la banda han conservado el gusto por la música y el afán de continuar con la tradición, a pesar de ser adultos mayores; otros se adelantaron en el camino.

Aurelio Martínez, Jaime Apolinar, Alfonso Martínez, Juan Montes, Jaime Hernández, son algunos de los integrantes de la banda de música de Santa María Camotlán, quienes se sienten orgullosos por dar continuidad a la tradición de las bandas de viento de pueblo, con un sonido autentico, manteniendo vigente el esfuerzo por brindar a su gente música de calidad.

Mencionaron que prestar sus servicios a la comunidad durante 30 años de manera ininterrumpida les dieron la oportunidad de conocer distintos pueblos, dentro y fuera del estado, gracias a las famosas “correspondencias” que consisten en acudir a tocar en la fiesta patronal de algún pueblo de la región, a cambio de que los integrantes de la banda de ese lugar pagaran la visita amenizando las festividades titulares de Santa María Camotlán.

Fue en la segunda etapa de la banda de la comunidad cuando adoptaron el nombre de “Cinco de Copas” que les identifica hasta la fecha. Recordaron que quien los bautizó con ese nombre fue el pionero de la animación de los jaripeos en la región, Juan Herrera Loyola, conocido popularmente como “Chinuni”, pues en una fiesta patronal del 8 de septiembre en honor a la Virgen de la Natividad, decidieron acudir a amenizar el jaripeo, a pesar de que no estaban obligados a ello; pero lo hicieron incompletos y en estado inconveniente.

“Estaba animando Don Juanito, cuando nos vio entrar; íbamos cinco ya medios borrachitos, y empezó a decir que Camotlán tan hermoso, cuántas bandas y salíamos los cinco; y empezó a contar, y dijo ´Son cinco, ¿y ahora cómo le ponemos? El Cinco de Oros ya está; bueno, entonces le vamos a poner el Cinco de Copas’; y así quedamos como Cinco de Copas”, relataron.

cinco de copas

Los integrantes de la banda de Camotlán aseguran que ser músico no ha sido fácil, sobre todo en los tiempos en que La Maroma era l a principal diversión en los pueblos, y los músicos tenían que afrontar el reto de seguir al maromero en sus tonadas, pues de no hacerlo eran motivo de burla no sólo del trapecista, sino también de los espectadores. Esto los obligó a desarrollar la capacidad de improvisación, tocando de manera lírica, pues no tenían estudios musicales; pero en cada tema dejaban el corazón.

Los integrantes de la banda “Cinco de Copas” ven en la música la oportunidad de obtener un ingreso económico que les ayuda al sostenimiento de sus familias, aunque no es suficiente; pero lo más importante es que les permite hacer lo que les gusta, manteniendo la tradición y el estilo que durante décadas se ha arraigado en la comunidad, con un repertorio variado de canciones populares de diversos géneros.

“Las bandas actuales tocan sus canciones en otro tono muy diferente, y la diferencia de nosotros es que tocamos las canciones viejitas. Aquí la humilde tradición que nosotros tenemos es que le tocamos boleros, rancheras, danzones, y lo más que trabajamos son puras rancheritas; es algo divertido para nosotros. Nosotros no podemos decir que lo hacemos bien, lo escucha el público y el público satisface la bondad de la banda”, comentaron.

Con nostalgia, refirieron que algunos de los integrantes de la segunda generación de la banda “Cinco de Copas” se les han adelantado en el camino: Magdaleno Apolinar, Armando Cruz, Cecilio Salazar y Bulfrano Martínez, a quienes recuerdan año con año, y les dedican sus canciones en el festejo de Santa Cecilia.

Banda de Camotlán

En esta comunidad mixteca, ubicada a sólo unos kilómetros de Huajuapan de León, la tradición musical se resiste a morir, pues algunos jóvenes e incluso niños se han integrado a la banda; tal es el caso de Alejandro Hernández, de 26 años de edad, y Óscar de Jesús Sandoval, de 12 años, quienes también quieren dejar huella a través de la música.

Alejandro y Óscar coinciden en que esa tradición no debe de morir; al contrario, como jóvenes están dispuestas a mantenerla viva para seguir brindando alegría a su comunidad.

“Es un orgullo ser músico; yo empecé y me dieron ganas por mi abuelito que ya falleció; él tocaba antes, y por eso no quiero perder la costumbre del pueblo, y ser parte de esta historia de la banda. Me gusta y aquí inicie con las tarolas para seguir con la música”, manifestaron.

La música es la alegría de un pueblo; y cada pueblo tiene una historia diferente, diferentes tradiciones y costumbres; pero lo que tienen en común es el gusto por la música. Por eso, a pesar de miles de obstáculos, las bandas de música de viento subsisten en las comunidades. Gracias a ellas se mantiene la alegría de las fiestas de los pueblos de la región, que forman parte de las tradiciones y la cultura de la Mixteca.

La música alegra el alma, hace más llevaderas las penas, permite recordar momentos gratos y otros no tanto; nos recuerda a personas que han dejado una huella en nuestra vida. La música es parte insustituible en la vida de los seres humanos y de las comunidades. Por eso, en esta semana en la que se celebró el día dedicada a la patrona de los músicos, Santa Cecilia, es importante felicitar a todos los músicos de la región, y recordar a quienes ya no están físicamente con nosotros, pero siguen viviendo a través de una de las más sublimes de las artes: la música.

– Gerardo Cruz

Twitter: @gerardo_sri

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