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EDITORIAL. Hasta no ver, no creer

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10 de noviembre. Esta semana los ciudadanos de la capital y de otras regiones del estado de Oaxaca fuimos víctimas nuevamente de bloqueos de calles y carreteras, tomas de oficinas públicas y agresiones.

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A los grupos y organizaciones que habitualmente realizan este tipo de acciones con la finalidad de presionar a las autoridades para que cumplan sus exigencias, ésta vez se sumaron integrantes de la Confederación de Trabajadores de México (CTM), filial del Partido Revolucionario Institucional (PRI).

Para los ciudadanos oaxaqueños no son nada nuevo los bloqueos carreteros, las tomas de dependencias y de las casetas de cobro de la supercarretera Oaxaca-Tehuacán-Cuacnopalan, acciones que se registran en la entidad un día sí y otro también. Sin embargo, no deja de sorprender e indignar la agresión que integrantes de esa organización cometieron contra los miembros de una familia que pretendía evitar el bloqueo que realizaban en el Parque del Amor. Resulta más indignante aún que en estos hechos una niña haya resultado lesionada por las pedradas lanzadas por los cetemistas.

Lo más preocupante es que los bloqueos y actos de protesta que los cetemistas llevan a cabo desde principios de esta semana tengan el propósito de exigir a las autoridades que liberen a su dirigente, Marco Antonio Sánchez Cruz, quien fue detenido en cumplimiento de una orden de aprehensión librada en su contra por su presunta responsabilidad en diversos delitos, entre ellos el homicidio de cinco personas.

Además de estos crímenes cometidos en junio de 2013, la Fiscalía General del Estado acusa al líder cetemista de distribución de productos nocivos para la salud y de estar inmiscuido en una red de corrupción que alcanza a diversos funcionarios estatales, quienes no realizaron acción alguna para frenar sus acciones contra la sociedad.

A partir de la detención efectuada este lunes, los integrantes de la CTM implementaron bloqueos en casi toda la entidad para exigir la liberación de su líder, pero también que la Fiscalía “limpie” el nombre de Marco Antonio Sánchez Cruz, quien para los integrantes de esa organización es una “blanca palomita”.

Caso similar también a las múltiples veces a que las 22 ha pedido la liberación de personas que se encuentran encarceladas por comer delitos federales como lo fue el secuestro de los hermanos Álvarez Candiani en la que la organización argumenta que son presos políticos cuando realmente fueron detenidos, teniendo todavía secuestrados a los niños.

Sin duda es inaceptable que los bloqueos de calles y carreteras se haya convertido en el pan nuestro de cada día, afectando a miles de ciudadanos oaxaqueños, tan sólo porque los integrantes de algunas organizaciones han hallado en este tipo de acciones la fórmula para obtener beneficios económicos o políticos, para “hacer manita de puerco” a las autoridades y para negociar impunidad.

Los cetemistas aseguran que la detención de su dirigente fue ilegal, pero cabría preguntar ¿acaso la supuesta ilegalidad que reclaman se debe combatir con acciones a todas luces ilegales, como la violación al derecho de los ciudadanos al libre tránsito, o la agresión física contra los integrantes de una familia? Nada justifica este tipo de actos, ni de los cetemistas, ni de los maestros, ni de los normalistas, ni de los integrantes de otras organizaciones que durante años se han sentido dueños de las calles y han actuado como tales ante la pasividad de las autoridades.

Es muy lamentable que a pesar de que existen varios legajos de investigación y evidencias de la probable responsabilidad de Sánchez Cruz en los delitos graves que se le imputan, sus agremiados sigan pensando que éste es una “blanca palomita”, seguramente ellos también son “blancas palomitas” argumentando que el gobierno (por cierto, también de extracción priista) ordenó y llevó a cabo su detención “nomás porque sí”.

La detención de Sánchez Cruz pudiera indicar que el gobierno estatal tiene la voluntad de aplicar la ley para castigar a quienes la hayan violado, sin importar a qué organización pertenezcan o qué grupo los cobije, como lo manifestó en recientes declaraciones el fiscal general del Estado, Rubén Vasconcelos Méndez.

Pero si bien la detención del líder cetemista parece sentar un precedente en ese sentido, hace falta mucho más para convencer a los ciudadanos oaxaqueños de que “ahora sí” se va a terminar con la impunidad de que hasta hoy han gozado los líderes e integrantes de organizaciones que se especializan en el chantaje. Hace falta que se empiece a aplicar la ley contra quienes bloquean calles y carreteras, contra quienes toman edificios públicos, contra quienes se apoderan de las casetas de autopistas y chantajean a los conductores de vehículos cobrándoles una “cuota de paso”, contra quienes agreden a los ciudadanos que se oponen al atropello de sus derechos, y atacan con piedras, cohetones e incluso armas de fuego a los integrantes de las corporaciones que cumplen con su deber de intentar restablecer el orden.

Si en verdad las autoridades estatales han tomado la decisión de restablecer el estado de derecho en la entidad, deben fajarse los pantalones y cumplir con su obligación de defender los derechos de los ciudadanos que con su trabajo diario construyen el desarrollo del Estado.

Pero si continúan cediendo ante el chantaje y las presiones de los grupos y organizaciones, sean del tipo y de la filiación que fueren, como ha sucedido ya durante hace muchos años continuando negociando la aplicación de la ley en una mesa, o deteniendo hoy para liberar mañana, las palabras del fiscal general quedarán como las frases huecas y las promesas incumplidas que los oaxaqueños hemos escuchado una y otra vez, y seguiremos viviendo sin un estado de derecho impidiendo con esto el desarrollo económico y mejoramiento del nivel de vida de los oaxaqueños, ahuyentando las inversiones en el Estado es más propiciando la migración de muchos ciudadanos establecidos en Oaxaca que salen a otros Estados buscando mejores oportunidades de superación.

Tal vez por eso los ciudadanos oaxaqueños nos hemos vuelto incrédulos y hoy decimos como Santo Tomás: “Hasta no ver, no creer”.

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