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“Que Dios me dé fuerzas o me llene de valor”

27 Ago 15 “Que Dios me dé fuerzas o me llene de valor” 2

Denise Luengas

28 de agosto. Hace un cuarto de siglo, un locutor del estado de Chihuahua, Édgar Gaytán Monzón, impulsó la idea de celebrar en México el Día del Abuelo, como ya se hacía en otros países.

Gaytán conducía un programa de radio cuya audiencia estaba integrada principalmente por adultos mayores, ya que transmitía música de tríos y boleros. El programa era escuchado también por personas que no pasaban de los cuarenta años pero que ya eran abuelos, y que se sentían incómodos por ser felicitados en el Día del Adulto Mayor.

La idea tuvo éxito y de esta manera se instituyó el 28 de agosto como Día del Abuelo. Con esta celebración se buscaba reconocer el papel que los abuelos desempeñan en el cuidado de la familia.

Si bien es cierto que muchos abuelos tienen la fortuna de convivir con sus nietos, ocupar un lugar especial en el seno familiar, ser tratados con respeto y cariño, lo es también que a muchos otros la edad y las enfermedades les arrebataron el vigor y la fortaleza; muchos más padecen la más dolorosa de las enfermedades: la soledad y el olvido de sus hijos y del resto de la familia.

Para muchos abuelitos y abuelitas, éste será un día como cualquier otro, y lo pasarán en las calles o en algún asilo, sabiendo que cada día que pasa se acerca irremediablemente el final de su existencia.

Doña Francisca Santiago Fernández es una ancianita de 98 años de edad, originaria de Santa María Tutla, pero radicada en Huajuapan desde hace varios años.

27 Ago 15 “Que Dios me dé fuerzas o me llene de valor”

Con una mirada triste y ausente sólo le pide a Dios que no le mande una enfermedad larga o dolorosa; que cuando Él la llamea cuentas únicamente se quede dormida, sin sufrir, sin darse siquiera cuenta de la llegada de la muerte, pues asegura que no tiene más compañía que la de las imágenes de sus santos, que son los únicos que la pueden ayudar si enferma de gravedad.

Con lágrimas en los ojos, mil recuerdos en la cabeza y la mirada perdida, añora los buenos momentos que vivió en compañía de su esposo, quien era campesino y murió de cáncer en los riñones, a los 50 años de edad.

Doña Francisca dice que no tiene familiares cercanos, sólo una sobrina que la visita de vez en cuando, y siempre de prisa; por eso se siente contenta cuando alguna de sus vecinas o cualquier otra persona la visita y le hace compañía, aunque esos momentos son efímeros y escasos. El tiempo que pasa en la soledad de la vivienda precaria que habita gracias a la generosidad de un alma caritativa le parece una eternidad.

Estar sentada la mayor parte del tiempo le cansa, porque está perdiendo la vista y por eso ya no puede coser o bordar con aguja o gancho, como lo hacía antes.

“Me siento solita y me pongo a llorar, ¿Qué hago?  “Todo el tiempo estoy solita, no tengo a nadie, tengo una hermana que está lejos, no vienen a verme y yo no puedo verlos,  “No tengo nada solamente el de arriba es el único, mi Dios,… Solo tengo una vecina. Me quiero ir de aquí; tengo nueve años de estar aquí sufriendo ya no aguanto; me voy a buscar de comer y hay personas que me regalan algo, yo me compro mi huaraches, me compro algún trapo”.

 

A pesar de los casi 100 años que carga a cuestas y de la soledad que padece de manera cotidiana, doña Francisca conserva la fortaleza y la lucidez. Dice que tiene ganas de viajar y de regresar a la casa donde vivió con su esposo, en el estado de Puebla.

“Me canso de estar sentada, cuando veía me hacia una servilletita, un ganchito; ahora ya no veo. A veces le pido a mi Dios si me da fuerzas o me da valor, que me saque de aquí mejor, me quiero ir”, dijo.

Por las condiciones precarias en que vive en una humilde vivienda ubicada al final de la calle 21 de marzo, a un costado del Cerro de las Minas, y la falta de alguna persona que esté al pendiente de ella ha tenido que enfrentar todo tipo de adversidades. En fecha reciente le picó un animal, al parecer un alacrán, lo que le provocó un malestar generalizado, le dio fiebre y un hormigueo constante invadió su cuerpo. Por falta de dinero, pero sobre todo por no tener quien la llevara al médico, pasó tres días en cama.

Su único apoyo ha sido su vecina Marcelina, a quien considera su “Ángel de la Guarda”, porque le lleva alimentos y está al pendiente de ella cuando está enferma.

“Me voy con la maestra Marcelina que está en una tiendita cerca de mi casa, ella viene y me trae mis tortillitas y mi comida, si me da la presión la cual me priva, ella me viene a ver. La presión me ataca a veces dos días estoy tirada durmiendo”.

Por si fuera poco, un vecino suyo entra a su casa frecuentemente para robar su precaria despensa o algún otro objeto. Ante esta situación que se ha prolongado ya durante varios años, doña Francisca se siente indefensa e impotente.

“Yo pido ayuda para que vean como se meten a agarrar mis cosas y no me hacen caso. Me mandó un día un policía a que fuera a la Subprocuraduría y me dijeron que si investigarían; me dijeron ‘viene usted mañana’, que voy y no hizo nada; me volví a ir a la presidencia, no hay consuelo con eso, no hay nada, por eso no voto, porque cuando uno quiere su apoyo no lo hacen”.

A pesar de los malos momentos y de adversidades que ha tenido que enfrentar, doña Francisca es un ángel lleno de esperanza y fe. Lo único que pide es que Dios le dé fuerzas y la llene de valor para seguir soportando la soledad.

En México los ancianos tienen el índice de desarrollo social más bajo, por lo que también tienen pocas posibilidades de una vejez digna.

En 2014 el Instituto Nacional de Ciencias Médicas y Nutrición reveló que el 16% de este sector de la población es víctima de maltrato físico, psicológico, de insultos e incluso del robo de sus bienes.

Conseguir un empleo es otra de las dificultades que enfrenta este grupo poblacional. De acuerdo con un reporte del Programa “Abriendo Espacios” de la Secretaria del Trabajo y Previsión Social (STPS), en el periodo enero-junio de 30 mil 282 adultos mayores que solicitaron un puesto de trabajo, sólo 12 mil 577 lo obtuvieron.

Ser abuelo es un verdadero arte. Requiere de aceptación, paciencia, amor y humildad, elementos esenciales para vivir con dignidad esta etapa de la vida. 

Este día, muchos, muchísimos abuelos, lo pasarán en el abandono, confinados en un asilo, deambulando por las calles u olvidados en un rincón de la casa. Ellos nos dieron los mejores años de su vida, nos llenaron de amor, de cuidados, y hoy reciben como pago el abandono y el olvido.

Este día del Abuelo representa una oportunidad para que tomemos conciencia de que la realidad de los adultos mayores en México no es para nada alentadora.

Un comentario

  1. Pedro Malpica /

    Y las autoridades municipales hace y hace obras, techados, banquetas, canchas, remodelaciones, chambee y chambee pero claro asignadas a sus familias para llenarse las arcas y la gente necesitada como esta señora… a ver que dice el DIF si no se ofende…

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